Un museo para el agua

Un museo para el agua

Para conocer y comprender el recorrido que hace el agua desde su extracción de las aguas subterráneas del río Llobregat hasta llegar al grifo de casa, de una manera lúdica y amena, nada mejor que visitar el Museu Agbar de les Aigües.

Se trata de un espacio situado sobre el acuífero del río en el que un gran edificio modernista de ladrillo macizo y vigas de hierro, concebido por el arquitecto Josep Amargós i Samaranch, albergó la planta que Aguas de Barcelona inauguró en 1909 para abastecer a Barcelona.

Consta de tres naves adyacentes que reciben el nombre de Sala de calderas, Sala de máquinas y Sala de la electricidad. Cada una de ellas conserva una muestra representativa de la maquinaria original que permitía producir la energía necesaria para mover las bombas del pozo Fives-Lille, que elevaba el agua de 30 metros de profundidad, y las grandes bombas de impulsión encargadas de hacer llegar el agua a todos los grifos, aún hoy en funcionamiento.

Además de la instalación hidráulica de vapor también conservan un colorímetro de los años 50 que permitía conocer la concentración de impurezas en los líquidos.

Para facilitar su interpretación y conocer la historia del abastecimiento a la ciudad de Barcelona y su área metropolitana una exposición permanente se encarga, desde su inauguración en 2004, de enseñar a través de módulos interactivos y recursos audiovisuales el proceso de obtención de agua, las propiedades del agua como sustancia, y comprender su interrelación con el territorio. Todo ello desde un punto de vista histórico, tecnológico y ambiental, explica Agnès Fort, responsable de actividades socioculturales del museo.

Paseando por el exterior, pero dentro del recinto, una amplia explanada con césped y majestuosos cedros recibe al visitante. Tras ellos se vislumbra el gran edificio que alberga el museo, un patrimonio industrial de valor indiscutible, y una chimenea de 50 metros de altura.

Deambulando por este espacio también se puede apreciar la arquitectura modernista de las antiguas casas de los trabajadores, utilizadas actualmente como taller para actividades educativas de aula, diversos depósitos de equilibrio de diferentes capacidades cúbicas, y el pozo Fives-Lille, el primero y más emblemático de todos.

Hoy en día, la Central Cornellà sigue haciendo la misma función que hace más de un siglo, y la instalación hidráulica de vapor original convive con las modernas bombas de impulsión.

 

Fuente EL MUNDO